POR UNA SALUD DE FONDO, Dra Carmen Maqueo Garza
POR UNA SALUD DE FONDO
El gobierno de Claudia Sheinbaum acaba de lanzar una iniciativa para el 2025: Prohibir la venta de comida chatarra en las escuelas. Como muchas otras campañas del pasado se antoja un asunto urgente, dados los índices de enfermedades crónicas relacionadas con el sobrepeso y la obesidad. Por desgracia, una vez más, parece poco probable lograr su cumplimiento.
En el concierto internacional México es un país que muchos extranjeros disfrutan, pese a los crecientes índices de inseguridad. Les agrada el desenfado con que nuestra cultura aborda el diario vivir, de manera festiva y despreocupada, atentos a disfrutar el momento sin pensar en cuestiones más allá de lo inmediato. Hasta donde sé es uno de los pocos países del mundo en que cualquier actividad se convierte en motivo para botanear: Subir a un camión, hacer fila en la vía pública o entrar al cine, constituyen una buena excusa para comprar una bolsa de frituras y un refresco de soda o un jugo. No se diga durante el desarrollo de juegos deportivos, desfiles o conmemoraciones patrias. Lo que no puede faltar es la multiplicidad de vendedores de comida chatarra. Terrible, además –hay que decirlo—como quedan de basura plazas y calles terminado el evento. Los hábitos de nosotros los adultos, los imitan nuestros niños, recordando aquello de que el ejemplo es el maestro más poderoso que existe.
Tal vez nosotros como oriundos ya no percibamos este fenómeno dietético, pero si observamos con algo de acuciosidad descubriremos que la mayoría de las familias consumen calorías vacías a la menor provocación. No se diga en el hogar cuando a la fecha, pese al incremento en costos y las campañas del sector salud, el envase de uno o dos litros de refresco de soda es el elemento que no puede faltar a la hora de comida y cena, y en algunos casos incluso en el desayuno. Hallé unos datos alarmantes (INEGI, 2023): se calcula que hasta un 30% del ingreso familiar corresponde al gasto en este tipo de productos chatarra. Paradójicamente, de cada 100 pesos, se invierten 19 centavos en productos de corte literario.
Con la prohibición de comida chatarra en los recintos escolares va a suceder como con otras medidas restrictivas que claramente no han funcionado: Va a generar un mercado negro intramuros; no va a faltar el mecanismo para la introducción y venta de frituras o golosinas hipercalóricas. Como todo mercado negro, a precios discrecionales, lo que constreñirá aún más el presupuesto familiar. Los niños serán sancionados por consumirlos dentro del plantel, aunque no fuera de este, en casa. ¿Entenderán el mensaje los escolares? Lo dudo.
A inicios de semana en su columna de El Economista Eduardo Ruiz Healy presenta datos a todas luces alarmantes: Arranca con una aseveración tan dolorosa como terrible: “Los mexicanos nos estamos suicidando por comer tanta chatarra.” Documenta su dicho con datos como estos, grosso modo: En la edad adulta el sobrepeso ronda el 70% y la obesidad entre el 32 y el 44%. En población infantil el 37% de menores de 12 años y casi el 43% de adolescentes presentan sobrepeso u obesidad. El consumo anual de refresco de soda por mexicano alcanza los 163 litros, lo que equivaldría a medio litro diario. Pese a los ajustes en las porciones y el costo, para una buena parte de los mexicanos primero está la compra de estos productos en la economía del hogar.
Lo ideal es abordar la problemática, ya sea de salud o de seguridad pública, con un enfoque antropológico. Se requieren científicos que desentrañen los orígenes de lo que hoy tenemos enfrente, para diseñar estrategias de solución de raíz, yendo a modificar las causas últimas de los problemas, en lugar de afanarnos en podar las ramas de las consecuencias. La seguridad pública no se consigue colocando un elemento armado en cada esquina, estrategia que –visto está—hace poco o nada por resolver el problema. La buena nutrición no va a brotar por generación espontánea tras una restricción que no toca los orígenes antropológicos del problema. El consumo de calorías vacías que tanto tienta a la población no va a modificarse sin una estrategia que atienda a los hábitos alimentarios de las familias; que demuestre la relación causa-efecto entre dieta y salud, y que –finalmente—ofrezca alternativas viables de compra y preparación de alimentos sanos para la familia, amén de opciones de entretenimiento como el deporte, en donde la familia completa pueda emprender una convivencia sana y enriquecedora.
Habría que volver la vista a países que, con mucho, han optimizado la nutrición en escolares: Países como Finlandia, donde los niños se involucran de manera directa en la preparación de sus propios alimentos, en un aprendizaje activo que se habrán de llevar para toda la vida.
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