La madurez, Dr Efrain Regalado Sanchez

La madurez se entiende como el momento en el que un organismo ha alcanzado la plenitud de su desarrollo. En muchos organismos, la madurez implica que ha llegado el momento de la reproducción, puesto que están dadas las condiciones biológicas para que esto ocurra. En el ser humano se distinguen la madurez biológica, la madurez emocional y la madurez entre la juventud y la tercera edad. La madurez emocional, a diferencia de la madurez biológica, no tiene una edad o momento de vida para manifestarse, depende de cada persona, ya que está influenciada por el contexto familiar, social, económico, psicológico, etc. Llegada a la adultez, se espera que la madurez se exprese en términos de un compromiso real para hacerse cargo de su propia vida. Así como la puesta en práctica de valores como la responsabilidad, el compromiso, la lealtad, la empatía, la solidaridad y la coherencia entre el pensamiento y la acción, que le permiten encarar retos de la vida de manera saludable. En el caso del niño (a), se puede decir que alcanza la madurez emocional cuando tiene la capacidad de expresar sus emociones y reacciones ante situaciones desadaptativas; ya que en caso contrario, manifestará su incapacidad para gestionar las emociones ante un conflicto: manifestará conductas negativas ante eventos inesperados para él, como ejemplo, la llegado de un hermano, cambio de escuela, de residencia o cualquier otra nueva adaptación. Lo dijo Stephen Hawking: La edad no es factor determinante para alcanzar la madurez. Una persona madura siente y padece, pero no se alarma fácilmente, lo integra como parte de lo que le toca vivir. La madurez implica tener criterio a la hora de opinar o decidir qué hacer ante una determinada situación. La madurez emocional representa el crecimiento y desarrollo personal y capacita a las personas para afrontar las complejidades de la vida con sabiduría, resiliencia y empatía. Ser una persona madura implica tener un equilibrio entre la razón y la emoción, ser capaz de asumir las consecuencias de las propias emociones, y tener una actitud positiva y responsable ante la vida. Una persona madura enfrenta la realidad con valentía, reconociendo y asimilando los hechos tal como se presentan. Esto implica dejar de lado las ilusiones o las interpretaciones distorsionadas y confrontar la verdad, por más incómoda que sea. La madurez implica la capacidad de adaptarse a las circunstancias, ajustando las expectativas y estrategias según sea necesario. La madurez emocional se evidencia en la capacidad de aceptar tanto las alegrías como las adversidades de la vida. No permitirse ser arrastrado por el pesimismo ni cegado por un optimismo excesivo, es crucial. John C. Maxwell: «El mejor día de tu vida y el mío es cuando asumimos la responsabilidad total de nuestras actitudes. Ese es el día en que realmente crecemos».  Dr. Efraín Regalado Sánchez.