¿CUÁL MÉXICO? María del Carmen Maqueo Garza

¿CUÁL MÉXICO?

María del Carmen Maqueo Garza

Esta vez fue en Lagos de Moreno, Jalisco, donde la violencia más descarnada cobró su cuota: Hasta el momento cuando esto escribo, hay un grupo de cinco jóvenes amigos desaparecidos, y evidencias que apuntan hacia el crimen organizado, sugiriendo que terminaron siendo asesinados entre ellos mismos, por orden de los sicarios.  Desde el punto de vista médico asociamos esa forma infrahumana de actuar de un individuo, cuando se halla bajo los efectos de alguna droga dura, que bloquea  la función inhibitoria cerebral.  La imaginación nos lleva a suponer elementos de gran perversidad, más allá de toda conducta humana. Como nación nos invade el luto, la profunda empatía por las familias presas de la zozobra y un dolor sin parangón. No quisiéramos creer que ese es el México que estamos dejando a las nuevas generaciones como legado fatal.

De un gobernante esperamos sensibilidad ante la tragedia y empeño en resolver los problemas que la provocan.   En la mañanera del miércoles 16, cuando ya había  elementos que llevaban a sospechar el móvil de la desaparición y probable asesinato de los jóvenes, nada se mencionó.  Al término de la conferencia, y a pregunta expresa de los periodistas ocurrió un desafortunado comentario  que, de momento, dibujó una actitud  presidencial carente de toda empatía. Quienes conocen el recinto afirman que la acústica es mala, y que probablemente no captó la pregunta que le hacían los periodistas respecto al caso de Lagos de Moreno. Aun otorgando al incidente el beneficio de la duda, y deslindando la supuesta sorna con la que respondió, esperamos una figura presidencial sensible, abocada a los grandes problemas de la nación, cuidadoso de no enfocarse tanto en asuntos que no son prioritarios.

Obligado reconocer que hay una crisis de seguridad en México. Necesario estudiar a fondo la raíz del problema y plantear soluciones. Absurdo desestimarlo como si fuera una travesura de niños, que parará cuando la máxima autoridad los acuse  con sus mamás y sus abuelitas.

El clima seguro que ayer gozamos se va perdiendo cada día más.   El crimen organizado extiende sus redes para convertirse en una suerte de gobierno paralelo en varias regiones del país, en donde las cosas avanzan o se detienen conforme a lo que este marque.

El cambio de raíz comienza en casa, formando ciudadanos sensibles y proactivos, dispuestos a trabajar por el bien de la nación. Hacernos como que no escuchamos los gritos de alarma, es perpetuar y agravar el problema. Necesario medir la sanidad que guarda la familia, célula básica de nuestra sociedad. Preguntarnos si estamos actuando hacia los hijos del modo como queremos que ellos actúen con los demás.  Ante todo, ser autoridades congruentes entre lo que enunciamos y lo que hacemos, sin olvidar mirarnos al espejo al menos una vez al día. Revisar si cada miembro de la familia se siente tomado en cuenta, y respetado.  Si nos reunimos con la idea de convivir y compartir, o si lo hacemos metidos cada uno en su mundo, como un conjunto estéril de “yoes”.

Las adicciones son un mecanismo de fuga, un modo de evadir una realidad que no satisface.  Entonces cabe preguntar: ¿Quiénes se fugan de qué a través de las drogas? ¿Cómo las consiguen y cómo evaden la justicia?

Ante un estado de derecho fallido, corresponde integrar familias fuertes  que demanden a sus respectivos municipios condiciones de seguridad y sano entretenimiento, para que niños y jóvenes tengan manera de salir a desfogar sus energías de  manera sana, en un paisaje urbano con naturaleza viva.  Será a través de nuestras demandas ciudadanas como  las instituciones  trabajen por un desarrollo integral de las nuevas generaciones, con salud, educación  y condiciones laborales dignas, creando esa  red ciudadana que tanto se requiere.

Alguna vez expresé mi admiración por los países cuyos habitantes acatan el orden en forma sistemática, sin necesidad  de ser vigilados o sancionados.  No faltó quien me dijera que esos países  necesitaban  adrenalina, postulando que romper el orden es la clave de la libre expresión.  La considero una más de las falacias que han venido germinando como  moho en la mente de nuestros jóvenes, máxime cuando crecen faltos de un hogar que inculque principios, inmersos en un ambiente donde priva la  impunidad.

Atroz suponer que estemos a merced de figuras de autoridad que apuntalan y fortalecen  el crimen organizado en razón de la corrupción.  Grave la indiferencia que se ha dado ante tragedias humanas terribles que enlutan a las familias de una forma que la imaginación más perversa no alcanza a figurar. Esta vez, para los padres de los jóvenes habrá sido algo así como lanzarles  ácido sobre una quemadura de por sí profunda y dolorosa.

¿A qué México estamos dispuestos a apostar…?

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