Recordando que Kafka, Dr. Efraín Regalado Sánchez.
Como se comentó en la entrega anterior (28-10-2024), Isaac Bashevis Singer, escritor judío y ciudadano polaco, receptor del Premio Nobel de Literatura 1978, creador de una amplia obra literaria que explora la vida y cultura judía, toda ella escrita en yiddish, entre ella «Un amigo de Kafka». Recordando que Kafka, el 3 de junio del presente año, se cumplió el Centenario de su fallecimiento. En «Un amigo de Kafka», Singer menciona que antes de leer a Kafka, ya había oído hablar de él a su amigo Jaques Kohn, un antiguo actor del teatro yiddish. Era a principio de los años 30, recurría de vez en cuando a un yiddish germanizado, sobre todo cuando hablaba de su relación con Kafka. Dice que, cuando actuamos en Praga en 1911, nadie había oído hablar de Kafka. Él se acercó a los camerinos y tan pronto como lo ví, supe que estaba en presencia de un genio. Pude olerlo como un gato huele a un ratón. Así fue como empezó nuestra gran amistad. Me había enseñado cartas que había recibido de Kafka. Se enamoró perdidamente de una comicastra, Madame Tschssik. Yo era su agente artístico. Venimos a Praga a ganar un poco de dinero y nos encontramos con un genio que nos esperaba. Homo sapienstorturándose a sí mismo en el más alto grado. Kafka quería ser un judío, pero no sabía cómo. Quería vivir, pero no sabía cómo hacerlo, «Franz, le dije una vez, eres un hombre joven. Haz lo que hacemos todos». Había un burdel en Praga que yo conocía y le convencí para que me acompañara. Él era aún virgen. Prefiero no hablar de la chica a la que estaba prometido. Estaba hundido hasta el cuello en el pantano burgués. Los judíos que formaban su círculo tenían un ideal: hacerse gentiles, y no gentiles checos, sino gentiles alermanes. En resumen, le persuadí para que viviera conmigo esa aventura. Lo conduje a un oscuro callejón de la antigua judería y allí estaba el burdel. Subimos las sinuosas escaleras. Abrí la puerta y aquello parecía el escenario de un teatro: las prostitutas, los chulos, los clientes, la patrona. Nunca olvidaré ese momento. Kafka empezó a temblar y me tiró la manga. Luego dió media vuelta y bajó las escaleras tan deprisa que temí que fuese a romperse una pierna. Una vez en la calle se detuvo y vomitó como un colegial. De vuelta a casa, pasamos por una sinagoga y Kafka empezó a hablar del golem (figura de barro, generalmente de forma humana, a la que podía infundirsele cierto tipo de vida). Kafka creía en el golem, y pensaba incluso que el futuro podría depararnos otro. Debe haber palabras mágicas capaces de convertir un trozo de arcilla en un ser humano. ¿Acaso no dice la cábala (movimientos místico judío) que Dios creó el mundo pronunciando unas santas palabras?. Al principio fue el Verbo. Franz Kafka:»A veces me siento diferente. Camino como todos los demás, pero por dentro, me siento como un extraño en mi propia vida».
Dr. Efraín Regalado Sánchez.